Había una vez una niña preguntona con toda la suerte de su lado. Esta le llegó el mismo día en que nació y no era otra que la de tener un padre con la respuesta a las preguntas más inverosímiles que ella pudiera imaginar.
- Papá ¿porqué todos los cuentos enpiezan por "había una vez"? ¿Es que ahora no hay cuentos?
- Claro! - dijo su padre sentado en la sillita de su hija mientras ella le observaba desde la cama - pero los cuentos son fugaces como la varita de un mago, que se convierte con una llamarada en un ramo de flores. Son un brillo de imaginación en la mente de un niño que se esfuma en el tiempo que tarda en parpadear. Y al abrir los ojos ha dejado de ser cuento para convertirse en realidad.
Zaida parpadeó y al abrir los ojos otro cuento había nacido.
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